Imagen "reinas, monjas y amantes". (Link El Español)
La historia como vehículo transmisor de valores y estereotipos femeninos
¿Por qué afirmo esto? Muy sencillo. ¿Qué mujeres han pasado a la historia?, las reinas y las monjas; a excepción de contadas mujeres que por su fortaleza, actos y calado en su entorno no ha quedado más remedio que prevalecer en el tiempo cuando en realidad hay más, muchas más; quienes han permanecido en el tiempo con nombre propio son las reinas y determinadas monjas. ¿Qué hay de las aventureras, de las científicas, de las agitadoras, de las artistas o de las escritoras y pensadoras? La historia está llena de mujeres relevantes e ilustres en todos los campos, pero en las escuelas, institutos y universidades y mayoría de manuales de historia aparecen las reinas.
La historia está hecha por y para hombres (hasta la irrupción, afortunadamente, de la historia de las mujeres y de género hace unas cuantas décadas) porque desde que en el mundo se erigió el sistema patriarcal, son los hombres los que hacen historia, la viven, la protagonizan y la escriben, conmemorando, por supuesto, a esos hombres históricos e ilustres
Precisamente por eso se puede decir que la historia, cual agencia publicitaria, ha funcionado como vehículo para la transmisión de estereotipos de mujeres acorde con los gustos patriarcales. La reina como modelo de madre abnegada (mujeres resignadas que sirven, por el bien de su rey y su nación, como moneda de cambio para los tratados de paz y madres reincidentes, a pesar de su propia vida, por la obtención de un heredero, varón, por supuesto) y las monjas (famosas porque escribieron y por ello, también, fueron observadas con lupa).
En casi todos los manuales de historia de España, por ejemplo, aparecen las reinas, aquellas consortes de los grandes reyes que iban transitando una tras otra en el puesto de consorte porque una tras otra morían por las consecuencias del parto. Todas son recordadas con pena, ¡pobrecillas, que malo era parir en aquella época!, como si el parto fuera el mayor de sus males, y que fueran obligadas a casarse con 12 o 13 años con hombres mucho mayores que ellas no fuese suficiente trauma.
Pero dentro del grupo ‘reinas’ hay dos subgrupos: Las buenas y las “arpías”. Esa es la impresión que da al leer sobre ellas en cualquier manual o web sobre historia, y da esa impresión por tal y como las describen.
Tenemos a reinas como Isabel la Católica, Juana I, mal llamada "la loca" y toda la retahíla de esposas/madres de heredero e infantas del resto de Habsburgo españoles, siguiendo por las consortes de los borbones. Pero profundizando solo un poquito, vemos que de la mayoría no se dice nada más que de qué rey fueron madres y esposas, todas fueron consortes aplicadas a sus labores, todas fueron católicas practicantes, abnegadas esposas y madres hasta la muerte y la mayoría muy caritativas, daban dotes para casar a mujeres pobres y fundaban conventos a los que retirarse si no habían muerto pariendo, pocos datos se recogen de ellas a parte de esto, pero, ¿¡y las que se salen del tiesto o hicieron otras cosas!?
Las que se salen del tiesto son varias, y, aun siendo reinas, de ellas sólo se habla de las que no queda más remedio, como Isabel la Católica por ejemplo. De las demás solo tendrás la información que la historia oficial te da, tendrás que investigar para descubrir más. De Isabel de Portugal, casada con Carlos I de España y V de Alemania, lo común es que se narre lo enamorada que estuvo, que aun peligrando su vida se quedó embarazada de nuevo, que fue la madre de Felipe II y gobernó las Españas en ausencia del emperador, incluso en la famosa serie de Rtve así queda retratada, cuando la realidad es que fue una excelente gobernadora de los territorios peninsulares e incluso de las Américas, pero esto se menciona superficialmente. Su prima María de Habsburgo, como ella, también fue una eficaz gobernadora de los Países Bajos a la muerte de su tía, Margarita de Austria, otra magnífica gobernadora de dichos territorios. Una nota curiosa de este tema, es que las mujeres de la dinastía Habsburgo fueron más bien “sumisas” en lo que se requería de ellas, exceptuando a las descendientes directas, nietas, de Isabel la Católica, que sintiéndose arropadas por el mito de su abuela, gobernaron con sabiduría, y –se recurrió a ellas para el gobierno-. No así con las siguientes, pues ninguna osó inmiscuirse en los asuntos de gobierno si no era requerida expresamente para ello, como sucedió con Mariana de Austria.
La imagen generalizada que se tiene de las esposas de los borbones es poco más que la misma que las anteriores. Exceptuando un par de casos donde “nos las presentan” de maquiavélicas. Hablo por ejemplo de Isabel de Farnesio, que desplegó un buen número de recursos para “colocar” a sus hijos en los tronos europeos, como ya hiciera Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico. Curiosamente, todos los reyes de la historia utilizaban a sus hijas y hermanas para cerrar tratos con otros países, a modo de moneda de cambio, dadas o aceptadas en matrimonio para asegurarse dotes u otras ventajas, hasta aquí todo normal. Ahora, si es la reina, ella, la mujer, la que trata de asegurarles un buen futuro a sus hijos, ya es una ambiciosa maquinadora, urdidora, conspiradora palaciega, etc. De esto tenemos miles de ejemplos, tanto en las crónicas coetáneas como en las obras desprendidas de las investigaciones de diversos historiadores y alguna historiadora, como el de Leonor Pimentel, duquesa de Béjar y condesa de Plasencia.
Solo se habla bien de las reinas sumisas, buenas cristianas, las que fueron mecenas de las artes como Bárbara de Braganza, aunque tampoco se regodean en detalles. Como tampoco se profundiza en los rasgos que rodean las reinas como gobernantes, que las hubo y muy eficaces, aunque estos datos tampoco son muy prolíficos en la historia. Pero como es de justicia, he aquí un par de ejemplos. La reina medieval María de Luna, esposa de Martín I de Aragón, odiaba los malos usos de la nobleza catalana, llegó a pedir ayuda al papa de turno, Benedicto XIII, pero fue ignorada para evitar enfrentamientos con la nobleza; María de Molina, que intervino en asuntos de máxima importancia de su reinado como la disolución del Temple en Castilla; las ya mencionadas Habsburgo como grandes gobernadoras de Países Bajos; Y, ¿quién recuerda a Mª Luisa Gabriela de Saboya? Fue la primera esposa de Felipe V y pocos saben que fue designada por el rey, su marido, como gobernadora y administradora general cuando el rey se hallaba ausente por los menesteres de la guerra, la de Sucesión (1700-1714), resultando ser una regente eficaz y una gobernadora muy competente, pero esto a penas se menciona, como apenas se menciona su nombre.
Mª Luisa Gabriela de Saboya por Jacinto Melendez, 1712
(wikipedia commons)
El otro tipo de mujer que la historia rescata es la monja, pero esta línea corre otras suertes diferentes a las reinas. La monja puede acceder a la cultura, pero no debe alardear de ello. Puede escribir, pero sobre hagiografías y no pensar. Las monjas que conocemos son varias, Santa Teresa o Sor Juana Inés de la Cruz, son dos ejemplos de monjas escritoras, libre pensantes (sobre todo la segunda), y seguidas muy de cerca por ello mismo y mandadas callar por los de arriba; con Santa Teresa no pudieron, Sor Juana Inés, después de una ardua discusión, claudicó. Tenemos otros tantos casos de monjas que se dieron a la pluma y que fueron censuradas o se autocensuraron ellas mismas por “consejo” de su confesor, tal es el caso de Sor Marcela de San Félix, hija de Lope de Vega, de la que se dice que tenía una mente tan aguda como la de su padre, pero que terminó echando sus escritos al fuego.
Y aunque la literatura se afana en mantenerlas vivas, la historia no siempre es justa con ellas.
Por lo que si algo se desprende de todo lo dicho es que la historia, o los historiadores mismos a lo largo de los tiempos, han escogido qué vidas contarnos, las vidas de según qué mujeres les parecen las más correctas para mostrárnoslas, como si de un modelo a seguir se tratara. Que los modelos de mujeres fuertes, inteligentes y líderes no interesan. Y ojo que siempre estuvieron ahí esperando a “ser rescatadas del olvido”, las historiadoras feministas actuales no nos inventamos nada. Están ahí, solo hay que sacarlas y ponerlas donde se merecen. Es lo justo. ¿No?
ANDERSON, Bonnie & ZINSER, Judith: Historia de las mujeres. Ed. Crítica, Barcelona, 2009.
CABELLO MURO, Diana: "Silenciadas en sus propias carnes y hábitos. El caso de Sor Marcela de San Félix y María Jesús de Agreda" en Las inéditas: voces femeninas más allá del silencio / coord. por Yolanda Romano Martín, Sara Velázquez García, 2018, ISBN 978-84-9012-887-9, págs. 51-64.
- "Leonor Pimentel. La mujer que dirigió la Plasencia del s. XIV" en XXIV Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo / coord. por Domingo Quijada González, 2017. Pp. 85-105.
DOMENECH, Asunción: Mujeres en la Historia de España. Ed. Mutua Madrileña, Madrid, 2011.
DUBY, Georges & PERROT, Michelle: Historia de las mujeres. Ed. Taurus, Madrid, 2019.
FUENTE, Mª Jesús: Reinas medievales en los reinos hispánicos. Ed. Esfera de los libros, Madrid, 2004.
MARQUEZ DE LA PLAYA, Vicenta: Mujeres con poder en la Historia de España. Ed. Nawtilus, Madrid, 2018.
SEGURA GRAÍÑO, Cristina (et Ali.): Historia de las mujeres en España. Ed. Síntesis, Madrid, 1999.
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