Pedagoga y escritora feminista española de la Ilustración.
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Nacida en Zaragoza un 4 de febrero de 1749, falleció el 21 de febrero de 1833. Hija del famoso médico de cámara de Fernando VI, José Amar, y de Ignacia de Borbón. En 1782 fue nombrada socia de mérito de la Real Sociedad de Amigos del País de Zaragoza. En 1787 lo fue de la Junta de Damas, vinculada a la Real Sociedad de Madrid, y posteriormente de la Real Sociedad Médica de Barcelona. Se casó con don Joaquín Fuentes Piquer, oidor de la Audiencia de Aragón.
No voy a detallar su biografía porque, afortunadamente ya hay muchas en internet. En la biblio/webgrafía dejo links para saber más sobre ella.
El propósito de este post es recoger íntegro su Discurso en defensa del talento de las mujeres.
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1° Quando Dios entregó el mundo a las disputas de los
hombres, previó, que habría infinitos puntos, sobre los quales se altercaría
siempre, sin llegar a convenirse nunca. Uno de estos parece que había de ser el
entendimiento de las mugeres. Por una parte los hombres buscan su aprobación,
les rinden unos obsequios, que nunca se hacen entre sí; no las permiten el
mando en lo público, y se le conceden absoluto en secreto; las niegan la
instrucción, y después se quexan de que no la tienen: Digo las niegan, porque
no hay un establecimiento público destinado para la instrucción de las mugeres,
ni premio alguno que las aliente a esta empresa. Por otra parte las atribuyen
casi todos los daños que suceden. Si los Héroes enflaquecen su valor, si la
ignorancia reyna en el trato común de las gentes, si las costumbres se han
corrompido, si el luxo y la profusión arruinan las familias, de todos estos
daños son causa las mugeres, según se grita. Estas mismas tampoco están de
acuerdo sobre su verdadera utilidad. Apetecen el obsequio y el incienso; están
acostumbradas de largo tiempo a uno y a otro; pero no procuran hacerlo más
sólido, mereciéndolo de veras, como sucedería, si a las gracias exteriores, y
pasageras, que ahora cultivan, uniesen las intrínsecas y duraderas.
2° A la verdad, tanto los aplausos, y obsequios de los hombres, quanto los
cargos que atribuyen a las mugeres, son una tácita confesión del entendimiento
de éstas; porque de otra suerte no buscarían su aprobación, y agrado, ni las
supondrían de ocasionar ningún trastorno. La influencia buena o mala de un
agente en otro, incluye necesariamente virtud, y potencia en el que hace esta
variación: una causa más débil, no puede mudar, ni atraer a sí la más fuerte.
Con que si los vicios de las mugeres tienen tanto imperio sobre los hombres,
convengamos en la igualdad física, sin negar por esto las excepciones que
convienen a cada sexo.
3° Pero sin embargo de unas suposiciones tan justas, parece que todavía se
disputa, sobre el talento, y capacidad de las mugeres, como se haría sobre un
fenómeno nuevamente descubierto en la naturaleza, o un problema, difícil de
resolver. ¿Mas qué fenómeno puede ser éste, si la muger es tan antigua como el
hombre, y ambos cuentan tantos millares de años de existencia sobre la tierra?
¿Ni qué problema después de tantas y tan singulares pruebas, como han dado las
mismas mugeres de su idoneidad para todo? ¿Cómo es posible que se oygan nuevas
impugnaciones sobre esta verdad? Pues ello es cierto, que se oyen, y que son de
tal naturaleza, que no debemos desentendernos de ellas, porque acreditan, que
no está aun decidida la questión.
4° No contentos los hombres con haberse reservado, los empleos, las honras,
las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su aplicación y
desvelo, han despojado a las mugeres hasta de la complacencia que resulta de
tener un entendimiento ilustrado. Nacen, y se crían en la ignorancia absoluta:
aquéllos las desprecian por esta causa, ellas llegan a persuadirse que no son
capaces de otra cosa y como si tubieran el talento en las manos, no cultivan
otras habilidades que las que pueden desempeñar con estas. ¡Tánto arrastra la
opinión en todas materias! Si como ésta da el principal valor en todas las
mugeres a la hermosura, y el donaire, le diese a la discreción, presto las
veríamos tan solícitas por adquirirla, como ahora lo están por parecer
hermosas, y amables. Rectifiquen los hombres primero su estimación, es decir,
aprecien las prendas, que lo merecen verdaderamente, y no duden que se
reformarán los vicios de que se quexan. Entretanto no se haga causa a las
mugeres, que sólo cuidan de adornar el cuerpo, porque ven que éste es el
idolillo, a que ellos dedican sus inciensos.
5° ¿Pero cómo se ha de esperar una mutación tan necesaria, si los mismos
hombres tratan con tanta desigualdad a las mugeres? En una parte del mundo son
esclavas, en la otra dependientes. Tratemos de las primeras. ¿Qué progresos
podrán hacer estando rodeadas de tiranos, en lugar de compañeros? En tal estado
les conviene una total ignorancia, para hacer menos pesadas sus cadenas. Si
pudieran desear alguna cosa, o hacer algún esfuerzo, debería ser para que se
instruyesen, y civilizasen aquellos hombres, esperando que el uso de la razón
rompería los grillos, que mantiene ahora la ignorancia. La ruina de ésta,
produciría la de aquella esclavitud. ¿Mas cómo compondremos el desprecio que
hacen de las mugeres, éstos, que las tienen como esclavas, con la solicitud que
ponen en adquirir el mayor número que pueden mantener, y con el cuidado que les
cuesta el agradarlas? ¿Por qué las deshechó Mahoma del paraíso, que promete a
los suyos? ¿No es esto semejarlas a los brutos, que perecen, o se extinguen con
la vida? Pero si tales delirios no merecen refutación, porque sería honrarlos
demasiado, menos podrán citarlos nuestros contrarios, para deducir de la
esclavitud en que gimen ciertas mugeres, la inferioridad de su talento. Si
valiera este argumento, también se pudiera convertir contra los mismos hombres,
porque entre ellos, hay unos esclavos de los otros, y no diremos por eso, que
los primeros son casi irracionales. Diremos, si, que la fuerza, destruye la
igualdad, y borra la semejanza de unos a otros. De poco servirá que la aptitud
sea la misma en el esclavo, que en su Señor, si la opresión en que está, le
impide usar de su derecho, y de su razón. Pónganse los dos en un perfecto
nivel, y entonces se podrá hacer juicio recto. La violencia no puede establecer
leyes universales: así sujétense en hora buena las mugeres que han nacido, y se
han criado en el país de la tiranía, y de la ignorancia; la necesidad las
obliga a ello por ahora, pero no pretendan degradar al sexo en general.
6° Distinta vista ofrece la situación de este, en otra gran parte del
mundo. Las mugeres, lexos de tener el nombre de esclavas, son enteramente
libres, y gozan de unos privilegios que se acercan al estremo de veneración.
Así la Religión como las leyes, prohiben al hombre la multiplicidad de mugeres.
Por este medio se fixa toda la posible conformidad entre ambos sexos; y esta
contribuye a que se miren mutuamente con aprecio y estimación. Aun han hecho
mas los hombres en favor nuestro, porque casi se han quedado solo con el nombre
de la autoridad que les dan los empleos, y las riquezas, tributando todos los
hombres a las mugeres. ¡Qué generosidad! ¡Qué grandeza de ánimo, podemos
exclamar aquí pero al mismo tiempo, qué contradicción! Aquí entra el estado de
dependencia, que se ha indicado arriba. Los hombres instruídos y civiles, no se
atreven a oprimir tan a las claras, a la otra mitad del género humano, porque
no hallan insinuada semejante esclavitud en las leyes de la creación. Pero como
el mandar es gustoso, han sabido arrogarse cierta superioridad de talento, o yo
diría de ilustración, que por faltarle a las mugeres, parecen éstas sus
inferiores. Hay pocos, que en tocándose el punto de la aptitud, y disposición
intelectual, concedan a éstas, la que se requiere para ilustración del
entendimiento. Saben ellas que no pueden aspirar a ningún empleo, ni recompensa
pública; que sus ideas no tienen más extensión que las paredes de una casa, o
de un Convento. Si esto no es bastante para sufocar el mayor talento del mundo,
no sé qué otras trabas puedan buscarse. Lo cierto es, que sería mejor ignorarlo
todo, y carecer hasta del conocimiento, que sufrir el estado de esclavitud o
dependencia. E1 segundo viene a ser casi más sensible, por la contraposición de
obsequio, y desprecio; de elevación, y de abatimiento; de amor y de
indiferencia; cuyos afectos van unidos con la conducta que observan los hombres
con las mugeres. ¿Por ventura negarán estas mismas la alternativa de alhagos, y
repulsas, de obsequios, y desdenes, que experimentan cada día? ¿No son hoy
Jueces, y mañana reos? ¿No se las trata en un tiempo como deydades, y en otro
casi como irracionales? ¿No reciben unas veces adoraciones, y omenages, siendo
su gusto la ley, su aprobación la que satisface los deseos de un Escritor, la
que adorna los laureles de un Conquistador, y colma la gloria de un Héroe? Pero
no se desvanezcan por esto las mugeres, porque los mismos hombres que las
tratan de esta manera, gritaran después en una Asamblea, que no tienen
discernimiento, que no saben estimar las cosas buenas y sólidas, y que se dejan
arrastrar de una vana y frívola apariencia.
7° Una discordancia tan notable, me ha hecho pensar muchas veces ¿qué
fundamento pueden tener los hombres para la superioridad que se han arrogado,
principalmente en los dotes del ánimo? La creación de unos y de otros, es la
que puede dar alguna luz. ¿Pero qué descubrimos en ella? Que Dios crió a Adam,
y este hecho menos luego una compañía semejante a él: cuya compañía se le
concedió en la muger. ¿Puede desearse prueba más concluyente de la igualdad y
semejanza de ambos, en aquel primer estado? ¿Hay en todo esto alguna sombra de
sujeción, ni dependencia de uno a otro? Es verdad, que el hombre fue criado
primero,y fue criado solo, pero poco tardó en conocer, que no podía vivir sin
compañera, primera imagen del matrimonio, y primera también de una perfecta
Sociedad.
8° Si pasamos después a considerar lo que sucedió en la caída de nuestros
primeros Padres, no hallaremos degradada a la muger de sus facultades
racionales. E1 abuso que de ellas hizo, fue su pecado, el de Adam, y el de toda
su posteridad. ¿Mas sin disculpar este atentado, quien negará que la muger
precedió al hombre en el deseo de saber? Aquella fruta que les había sido
vedada, contenía la ciencia del bien y del mal. Eva no resistió a estas
tentaciones, antes persuadió a su marido, y el cometió por condescendencia el
pecado, que aquélla empezó por curiosidad. Detestable curiosidad por cierto;
pero la curiosidad suele ser indicio de talento, porque sin él nadie hace diligencias
exquisitas para instruirse.
9° Tampoco la justa pena que se impuso a entrambos, derogó en nada sus
facultades intelectuales. Si el hombre puede trabajar sin perder por eso la
aptitud para 1as ciencias, también la sujeción de la muger es respectiva.
Debería bastarle al primero ser cabeza de familia, y estar en posesión de los
empleos, sin pretender dar más extensión a su dominio. Porque aun admitido en
estos casos, no siempre es prueba concluyente de superioridad de talento. Los
mismos hombres, no son, ni pueden ser todos iguales. Es preciso que haya unos
que manden a los otros, y sucede no pocas veces, que al de más ingenio, le toca
la suerte de obedecer, y respetar al que tiene menos. Así las mugeres podrán
estar sujetas en ciertos casos a los hombres, sin perder por eso la igualdad
con ellos en el entendimiento.
10° Si esta igualdad se ve indicada en la creación, mejor podrá probarse
por los testimonios que han dado las mismas mugeres. Es cierto, que el talento,
o la inteligencia, así como es la parte superior que hay en nosotros, es
también la parte incomprensible, que sólo se puede conocer por los efectos. En
este supuesto si los hombres acreditan su capacidad por las obras que hacen, y
los raciocinios que forman, siempre que haya mugeres, que hagan otro tanto, no
será temeridad igualarlos, deduciendo que unos mismos efectos suponen causas
conformes. Si los exemplos no son tan numerosos en éstas, como en aquellos, es
claro que consiste en ser menos las que estudian, y menos las ocasiones, que
los hombres las permiten de probar sus talentos.
11° Ninguno que esté medianamente instruido, negará que en todos tiempos, y
en todos países, ha habido mugeres que han hecho progresos hasta en las
ciencias más abstractas. Su historia literaria puede acompañar siempre a la de
los hombres, porque quando éstos han florecido en las letras, han tenido
compañeras, e imitadoras en el otro sexo. En el tiempo que la Grecia fue sabia,
contó entre otras muchas insignes, a Theano, que comentó Pithágoras, a
Hypparchia,que excedió en la Filosofía y Matemática a Theón, su Padre y
maestro; a Diotima, de la qual se confesaba discípulo Sócrates. En el Lacio, se
supone haber inventado Nicostrata las Letras Latinas, las quales supieron
después cultivar varias mugeres, entre otras Fabiola, Marcella y Eustequia. En
Francia es largo el catálogo de Literatas insignes, y quando otras no hubiera,
bastarán los nombres de la Marquesa de Sebigné, de la Condesa de la Fayete, y
de Madama Dacier, para acreditar que se han distinguido igualmente que sus
paisanos insignes. En el día continúan varias Señoras, honrando su sexo con los
escritos, como puede verse en la Década Epistolar de D.
Francisco María de Silva. En la Rusia florecen en el día las letras, pero si
esta revolución tan gloriosa se debe a los esfuerzos del Czar Pedro el Grande,
los continúa la actual Czarina Catalina II, la qual ha escrito el Códice
de las Leyes, obra que no se puede alabar bastantemente, y una Novela moral
y sabia, dirigida a la instrucción de sus Nietos: ambas obras las ha escrito en
Francés, cuyo Idioma posee con tal gracia y finura, a que llegan pocos de los
mismos Franceses. Esta insigne muger sería injusta, si conociendo por su misma
experiencia, de quanto es capaz su sexo, no le honrase como merece. Pero no hay
que hacerla este cargo, porque premia el mérito donde quiera que le encuentra.
Así se verifica en la Princesa de Askoff Heroína ilustre, la qual después de
haber manifestado a las tropas Rusas su espíritu marcial, sabe como otra
Minerva todas las ciencias, y por ello y por su numen Poético, la ha elegido su
Soberano para cabeza y Presidenta de la Academia Real de las Ciencias de
Petersburgo.
12° En España no se han distinguido menos las mugeres, en la carrera de las
letras. Si se hubiera de hablar de todas, con la distinción que merecen,
formarían un libro abultado. Las más acreditadas son Luisa Sigea, Francisca
Nebrija, Beatriz Galindo, Isabel de Joya, Juliana Morrell, y Oliva de Sabuco.
Esta última fue inventora de un nuevo sistema en la Física. También se pudiera
hacer mención aquí de algunas Señoras ilustres, que honran en el día las
letras, pero es tan notorio su mérito, que tengo por ocioso expresarlo en este
papel. El de las mugeres en general puede verse más extensamente en la obra de
Mr. Tomás, intitulada, "Ensayo sobre el carácter, costumbres y
entendimiento de las mugares", y en tantas otras como son: "Mugeres
ilustres, mugeres celebres; Tratado de la educación de las Mugeres; El Amigo de
las Mugeres; Las Mugeres vindicadas," &c.
13° Si se han distinguido en las letras, no han acreditado menos su
prudencia en el govierno en los negocios públicos cuya prenda es la que más se
les disputa. Pero no se la disputaban tanto los antiguos quando los
Lacedemonios se servían en sus acciones, del consejo de las mugeres, y nada
executaban sin consultarlas. Los Atenienses, querían que en los asuntos que se
proponían al Senado, diesen ellas su parecer, como si fueran sabios y prudentes
Senadores. El voto de estos dos Pueblos, tan recomendables por todas
circunstancias, debería decidir el pleito a favor de las mugeres, y más
habiendo ellas justificado en todo tiempo este concepto, pues casi todas las
que han estado en precisión de mandar pueblos enteros lo han hecho con acierto:
consúltense las historias generales, y particulares para ver si en igual número
de Reyes, o de Reynas, que han regido estados, se hallan tantos Héroes, como
Heroínas. Tratando de éstas, merece el primer lugar Débora, porque governó el
pueblo de Israel, porción escogida de Dios, y que como tal, debe fundar opinión
para todo. Esta muger pues, entra en el catálogo de los Jueces de Israel, se
sentaba como ellos a administrar justicia y acaudillaba el exército. Gemiamira,
madre de Eliogabalo, concurría al Senado a dar su parecer por su prudencia y
sabiduría. Si se quieren exemplos más modernos, todos saben la prudencia de la
Reyna Católica Doña Isabel, que aunque no gobernó sola, intervino en todas las
cosas grandes que se hicieron en su tiempo; en Inglaterra las dos Reynas Isabel
y Ana, han contribuido tanto como los Reyes sabios, que allí ha habido, a
extender el poder, y a hacer formidable la Gran Bretaña. En Rusia las dos
Catalinas han perfeccionado el esplendor que comenzó Pedro el Grande. Y se
pudieran citar otras, que en un dominio menos extenso, que los que acabamos de
referir han acreditado su aptitud para el gobierno.
14° La prudencia no es prenda tan agena del sexo, que no se halle en muchas
mugeres. Dexando aparte la que es necesaria para los negocios públicos,
hallaremos la común y regular en muchas casadas. ¿Quántos exemplos se pudieran
citar en la república de las familias, en que una muger disimula, y aun oculta
los defectos de su marido, en el manejo doméstico? Pero el ser tan frequentes
estas virtudes, parece que las hace menos atendidas.
15° El valor se tiene regularmente por prenda particular, y genérica de los
hombres; con todo tiene sus excepciones, como la hermosura en las mugeres:
Vemos hombres hermosos, y mugeres feas, mugeres valientes y hombres cobardes,
para que se verifique que no hay prenda, que no sea común a entrambos sexos. En
quanto a la valentía, sino ha habido tantas mugeres como hombres, que se han
distinguido en ella, ya se ve que consiste en la diferente crianza de los unos,
y de los otros, pero no sé, que inclinación oculta tienen las primeras, que
siempre han mirado con horror a los cobardes, y pusilánimes. Esta observación
sola, pudiera acreditar, que si no exercitan el valor, por lo menos lo aman, y
lo prefieren siempre; pero lo han exercitado, quando se han visto en precisión
de ello; exemplo tenemos en las mugeres de los Persas, a quienes se debió
principalmente la victoria, que ganaron éstos contra Ciro; en las Sabinas que
decidieron el triunfo a favor de los Romanos; en las Matronas Romanas, que
salvaron a Roma del eminente peligro, en que la puso el exército de Coriolano:
en las Saguntinas que pelearon valerosamente en defensa de su Patria, y para
decirlo de una vez, en casi todas las historias, pues apenas hay una, que no
conserve la memoria de algunas hazañas de las mugeres, quando han visto la
Patria en riesgo de perderse. No sólo han hecho estas proezas, uniéndose muchas
en un cuerpo; también ha habido Heroínas, que han arrostrado a los peligros.
Jahel mató a Sisara, Judit atravesó sola por medio del exército de los Asirios
y mató a Holofernes. En España tenemos el exemplo de Juliana de Cibo, que
sirvió como soldado en la guerra de Granada contra los Moros; de María de
Estrada, que militó en las tropas de Hernán Cortés; de María Zontano, que
asistió en el exército destinado para la conquista de Argel, en tiempo de
Carlos V.; y de María Pita, que tanto se señaló en el sitio que pusieron los
Ingleses a la Coruña, omitiendo otras muchas, por no ser posible mencionarlas
todas en tan corto volumen. En el día no son desconocidas estas hazañas, pues
ya se ha dicho, que la Princesa de Askoff, que preside ahora la Academia Real
de Petersburgo, ha mandado antes las tropas Rusas. Actualmente hay en Francia
una Señora Escritora que habiendo disfrazado su sexo, y corrido el mundo con el
nombre del Caballero Eon, ha obtenido los títulos de Censor Real,
Doctor en ambos detechos, Abogado del Parlamento, Capitán de Dragones y
Voluntarios del exército, Ayudante del Mariscal Duque de Broglio, Caballero de
la Real y Militar Orden de San Luis, Secretario de Embaxada en las Cortes de
Rusia y de Inglaterra, y después Ministro Plenipotenciario en esta última,
en cuyos empleos tan opuestos, y tan delicados se ha sabido manejar con una
constancia, prudencia y discreción, que honraría al hombre más versado en
negocios políticos y militares.
16° De todos estos antecedentes, se infiere necesariamente, que si las
mugeres tubieran la misma educación que los hombres, harían tanto, o más que
éstos. ¡Pero qué diferente es una de otra! A las primeras no se les enseña
desde niñas sino a leer y a escribir, y a ciertas habilidades de manos. Se pone
mucho cuidado en adornarlas, con lo qual, llegan a adquirir un cierto hábito de
pensar siempre en la compostura exterior. De talento, si se les habla, como cosa
por demás, de suerte que no sería mucho, que fuesen perdiendo la idea de ser
capaces de otra cosa. Al contrario, a los niños, desde luego se les aplica, y
se les hace aprender, antes que sepan lo que es estudio ni ciencia; oyen decir
que hay Universidades, que hay Colegios y que hay empleos, para los que cursan
éstos y aquéllas. De este modo crece con ellos y se les hace natural la
aplicación y el estudio, y no tardan mucho en coger el fruto de sus tareas, en
tantos premios, como hay repartidos. Si alguna muger se dedica al estudio, es
preciso, que lo haga por la ventaja y conveniencia, que le resulta a ella
misma, pues sabe que no puede aspirar a ninguna recompensa. Mucha magnanimidad
de espíritu se requiere, para emprender, y seguir la penosa carrera de las
letras, por sola la complacencia de ilustrar el entendimiento. Sin embargo,
vemos, que algunas mugeres tienen este heroísmo, y como sino se conociera aún
todo el mérito, que consiguen las pocas, que esto hacen, se reconviene, y se
reprende el sexo en general por su ignorancia; como si esto fuera defecto suyo,
y no más presto defecto de la educación y circunstancia en que se halla.
17° Es menester confesar, que ninguna cosa conocemos en sí misma, sino por
comparación con otra. Sirva esta regla para medir la aptitud en ambos sexos,
pero hágase un cotejo justo, esto es, entre un hombre y una muger enteramente
ignorantes. En este caso, pues, que es bastante frequente, aun se hallará, que
la segunda hace ventaja al primero en la viveza de imaginación, en la mayor
prontitud para imponerse, y en la propiedad de las voces. Por el otro extremo,
si se compara una muger capaz e instruida, con un hombre sabio, el trato de
aquélla, no será menos agradable que el de éste, y puede ser que le exceda en
cierta finura, que los hombres casi nunca adquieren. Por lo demás, si se hace
el cotejo entre los que han estudiado mucho, y las que nada saben, no habrá que
admirar la desigualdad, pero siempre que el caso fuere conforme, la
consequencia no será contraria a las mugeres, y éste es un testimonio
concluyente de que la disposición intelectual es la misma.
18° Por fin, el tiempo, y la necesidad las había acostumbrado, a la
esclavitud que sufren en una parte del mundo, y a la dependencia a que se
sujetan en la otra restante. Las primeras parecen conformes, con que se las
despoje del uso de su razón, y las segundas con gozar de ella, aunque
desterradas del premio y de la recompensa. La magestad del Cetro, la gravedad
de la Toga, y los trofeos Militares, se han ido haciendo unos obgetos, que se
presentaban a la vista de las mugeres, como para admirarlos, mas no para
pretenderlos, porque el curso de los siglos, había quitado la novedad, que las
causaría al principio ver cerradas todas las puertas al honor, y al premio.
Pero no por eso se han de mostrar insensibles a todos los desaires que quieran
hacerlas. Ninguno mayor, que el nuevo santuario o muro de división que se
intenta formar en el día; más que santuario o muro de división es del que
hablamos. Este es la Sociedad económica de Madrid la qual duda admitir mugeres
en su ilustre Asamblea. ¿Por ventura los que se llaman amigos del país, podrán
alexarlas? ¿Son acaso algunas espías esparcidas por el Reyno, que puedan dar
noticia a los estraños de quanto se trabaje por su bien? ¿0 son tan
misteriosos, e intrincados los asuntos que se tratan en las Sociedades
económicas que no puedan entenderlos sino los hombres? Nada de esto hay, pero
la importancia del asunto, es igual, pues no se trata de menos, que de igualar
a las mugeres con los hombres, de darlas asiento en sus Juntas, y de conferir
con ellas materias de gravedad, cosa que parece fuera de orden y aun disparatada.
19° Si éste es el motivo de la oposición, también debe serlo suficiente
para que las mugeres defiendan su causa, porque el silencio en esta ocasión,
confirmaría el concepto que de ellas se tiene, de que no se cuidan, ni se
interesan en negocios serios. A esta razón, que comprende a todas en general,
se agrega la particular para la que escribe este papel, de que ha mucho tiempo
tuvo la honra de ser admitida en una de las principales Sociedades económicas
de este Reyno, cuya distinción, por el grande aprecio que hace de ella,
quisiera ver extenderse a otras muchas de su sexo, para que fuera igual en
ambos el empeño de desvelarse en bien de la Patria.
20° La questión, que se trata en la Sociedad económica de Madrid, sobre
conceder o negar la entrada en ella al bello sexo, ha exercitado las plumas de
dos Socios tan recomendables por su eloquencia, como por su talento, y aunque
los dictámenes son contrarios, no se puede negar que ambos fundan el suyo en
razones ingeniosas y bien probadas, pero como cada uno tiene derecho a su
defensa, no podrán sentir estos Señores, que haya una, o más mugeres que tomen
partido en una causa de tanta importancia para todas. La ventaja que llevan los
hombres en este particular, no es menor que la que va de ser Juez a Abogado: nuestra
sentencia está en sus manos, si se decide, que seamos admitidas a sus
conferencias, dirán siempre que nos hicieron esta gracia, si nos niegan la
entrada, ya se ve quanta superioridad encierra este procedimiento, pero no por
eso hemos de desmayar, mientras no esté concluido el pleito.
21° E1 recomendable Socio, que se opone a la admisión de las mugeres, funda
su dictamen, en que admitidas unas, se extenderá la gracia a todas, lo qual
será al principio, en mucho perjuicio de la Sociedad, y al fin podrá causar su
ruina. No niega que puede haber alguna, capaz de grandes convinaciones, de una
constante meditación, de la constancia y sigilo necesario, pero hace comunes, y
propias al sexo la petulancia, los caprichos, la frivolidad, y las pequeñeces.
No halla edad, en que puedan ser las mugeres convenientes, porque en la niñez,
y juventud serían inútiles, y perniciosas, en la vejez, molestas y pesadas.
Dice más, que sólo irían a aumentar el tumulto, y desorden de las Juntas, y no
a ilustrarlas, porque carecen de principios elementales, como necesita este
cuerpo. Aún su contribución pecuniaria es despreciada, si supone primero la
admisión de esta clase.
22° No se puede alabar bastantemente la rigidez de un Socio, que en medio
de la corrupción de que se quexa en el siglo presente, conserva libre su
corazón para juzgar a los dos sexos, sentenciando abiertamente contra el que
llama alhagueño. ¡Exemplo digno de imitación por cierto! Pero si los hombres
empiezan a santificarse de esta manera, ¿por qué no los seguiremos en quanto
nos sea posible?
23° Es seguro que todas las mugeres no deben ser admitidas a la Sociedad,
como tampoco son del caso para ella todos los hombres. Pero supuesto que
nuestro impugnador no niega que hay algunas capaces de grandes convinaciones,
de una constante meditación, de la constancia y sigilo necesario, sería
declarada injusticia confundir a éstas en una misma sentencia con las
petulantes, caprichosas y frívolas. E1 elegir y distinguir aquéllas de éstas,
toca a los que goviernan el cuerpo. Señalen leyes estrechas, y precisas, y no
se aparten nunca de su observancia. Confundir al reo con el inocente, al sabio
con el ignorante; es el colmo de la tiranía, y los Amigos del País no
deben ser nunca sus tiranos. Dígase por exemplo, que si una muger tuviere las
prendas arriba indicadas, o fuere más aplicada que las otras, si presenta a la
Sociedad una memoria digna, sobre qualquiera de los puntos que ésta abraza, o
si hace algún descubrimiento en beneficio del país; en una palabra, dígase, que
la que lo merezca, será admitida Socia, y podrá concurrir siempre que quiera.
De este modo, ni los Señores que componen la Junta, tendrán facultad de admitir
sino a las mugeres que lo merezcan, ni éstas solicitarán esta distinción como
hermosas, ni como petimetras, sino como aplicadas, y útiles a la Patria. Si lo
que ahora las aparta, es su continua distracción, y puerilidad, los
Amigos del País, deben trabajar en corregir estos defectos, y se remediará
el daño. Señalen premios, y estímulos a las mugeres aplicadas y laboriosas: sea
uno admitirlas a la Sociedad, y entonces es natural que procuren merecerlo.
Mientras no se haga así, y se las considere como un miembro podrido, o separado
del cuerpo Social, ¿qué progresos pueden hacer? Ya sabemos quanto influxo tiene
en todo la opinión; y así la mala, en que los hombres tienen ahora a las
mugeres, es suficiente para mantenerlas siempre en la ignorancia.
24° La que sea digna del título de Socia, por las razones que acabamos de
decir, también sabrá guardar el sigilo que le corresponda, porque el creer, que
todas las mugeres son habladoras indiscretas, tiene muchas, y muy justas
excepciones. Baste reflexionar de paso, que sin entrar a las deliberaciones de
los Tribunales, de los Consejos, de las Academias, ni Sociedades, no hay
conferencia en todos estos cuerpos por secreta que sea, que no llegue a
divulgarse, citando muchas veces hasta los sugetos, que fueron de este dictamen
o del otro. No son seguramente aquellas, las que revelan estos misterios de
Estado, o de Gobierno, o de Política, en que no intervienen. Siendo pues, los
hombres los que los publican, no digamos, que el sigilo es un carácter
distintivo de su sexo. Por el contrario, se pudieran citar tantos, o más
exemplos de la sabiduría, prudencia y valor de las mugeres, como de su
constancia en guardar secreto, pero son tan obvios, que qualquiera lo sabe. Yo
diría, que siendo este un efecto regular de la discreción, la persona en que
ésta se halle, sea hombre o muger, sabrá guardarle. Con que si la Sociedad
atiende a las calidades, que se han dicho para admitir mugeres, no debe dudar,
que añadirá a ellas la de la prudente reserva quizá mejor, que los hombres,
quienes, o por la emulación de los empleos, o de los talentos, refieren lo
ocurrido a sus Juntas.
25° Pensar, que la concurrencia de las mugeres, sería perniciosa por los
vicios que introducirían en las costumbres de las costumbres de los Socios, es
una suposición harto fatal a entrambros sexos. Es digno de alabanza el zelo del
que quiere desterrar al vicio, y precaver su general comunicación, pero no
pretendamos imposibles. ¿Acaso la modestia, y retiro de las antiguas, que tanto
se encarece, las libró de los asaltos de los hombres? Buen exemplo tenemos en
las historias sagradas, y profanas, y en las costumbres de nuestros mayores.
¿Quándo han sido más frequentes los homicidios, los asesinatos, las violencias,
y los raptos, que quando las mugeres estaban encerradas y guardadas con
candados? A otros tiempos han sucedido otras costumbres no podemos decir
mejores, pero no será difícil probar en buena filosofía, que si las
dificultades aumentan los deseos, la facilidad los amortigua. Es constante, que
a hombres, y a mugeres convendría vivir enteramente separados, pero debiera ser
esta separación total, y para siempre mientras esto no se consiga, y queden
como ahora sucede, mil motivos de juntarse, no digamos, que el añadir uno tan
digno, sea la destrucción del género humano. Las Juntas de la Sociedad
necesariamente se han de componer de muchos, y entre muchos no hay peligro de
disolución. El recato no se ha extinguido, como se extinguen otras virtudes:
todos quieren parecer buenos aunque no lo sean, y esto conserva la debida
decencia en las concurrencias. Con que si en otras no hay abuso, ¿por qué lo
habría en ésta? ¿Es posible que los hombres que allí asisten a tratar del bien
común, se habían de trocar en un instante en libertinos? ¿No hay freno, ni
respeto en tales Asambleas? Mas siendo cierto que lo hay, no debe temerse más
peligro, que el que se advierte en todas las ocasiones que tienen de verse los
hombres, y las mugeres; cuyo peligro no las prohibe absolutamente porque es
necesario juntarse algunas veces, y porque el vicio de un particular no debe,
ni puede destruir el bien general. Luego si las mugeres pueden ser útiles de
alguna manera a la Sociedad, no hay razón para separar las de ella por un
inconveniente remoto que no impide otras Juntas semejantes.
26° Ni tampoco lo será el pretender, que carecen de conocimientos
elementales, en las materias de que tratan las Sociedades. Yo quisiera saber,
quántos de los hombres que a ellas concurren, tienen estos conocimientos
elementales, y con todo asisten, y dan su voto. Los puntos que abraza la
Sociedad son casi todos de hecho, por que cotejar entre las obras del
extrangero, y nuestras, para ver lo que se puede adelantar, y decidir sobre las
manufacturas que se presentan, son cosas que qualquiera que tenga ojos, y una
mediana razón, sabrá entenderlas; hacer nuevos inventos en las artes,
perfeccionar los conocidos, estimular a los fabricantes, labradores, y
artesanos, a que trabajen con ventaja, y con perfección, calcular lo que falta
en un país, y traerlo de otro en cambio de su sobrante por medio de un sabio
comercio, aunque son cosas que piden meditación, y noticias, no son materias
tan abstractas, que no las pueda comprender la muger que tenga talento regular.
Basta que haya en la Junta quien sepa proponer estas especies con orden,
claridad y distinción, para que las entiendan los demás.
27° Quando se erigieron las Sociedades económicas, pocos eran los que
sabían, qué asuntos podían pertenecerles. Con todo muchos se alistaron a
ciegas, llevados más de la curiosidad que produce un establecimiento nuevo, y
de la gloria de ver alistados sus nombres, con otros que tenían por ilustres,
que de amor a la patria, ni deseo de su felicidad. Enterados con el tiempo del
obgeto de estos establecimientos, unos se aplicaron a estudiar estas nuevas
materias, y otros dexaron de concurrir, desacreditando lo que no entendían,
pareciéndoles esto más fácil, que instruirse. Sin embargo, en todas las
Sociedades ha quedado un número competente de Individuos, que no tienen los
principios elementales, que desea el ilustre Socio que se opone a la admisión
de las mugeres, por esta ignorancia. Pero aún concedida ésta, comparada con la
de algunos hombres, pudieran pretender la preferencia las mugeres, por la mayor
facilidad con que se imponen en los asuntos, y por los primeros pensamientos
oportunos que suelen tener, para resolver con ventaja ciertas dificultades.
28° Si hubo vicio en los que se alistaron en las Sociedades sin la debida
instrucción para ser útiles en ellas, también le hubo en los cuerpos, que
admitieron a todos indistintamente, por acumular fondo de caudales, ya que no
de luces. Esta pobreza de los cuerpos patricios, clama por el remedio, pero
mientras no le haya por otros arbitrios, los obliga a aumentar el número de
contribuyentes, sin examinar su mérito por otras circunstancias. Pero aun en
esta clase, no le parece al Socio nuestro impugnador, que pueden ser útiles las
mugeres. Yo diría que si por otras razones es conveniente su admisión,
contribuyen también con sus caudales. Los caudales que ahora se grita que
disipan en el luxo, y en la vanidad, procúrese, que los apliquen en utilidad
común, lo qual podrá verificarse siempre que se haga tomar interés por la
patria, y por el Estado.
29° E1 luxo es excesivo, y las mugeres le ocasionan: esto no admite duda:
pero quánto mayor es un desorden, tanto más preciso hace el remedio. Vemos que
no bastan a ponerle las vehementes declamaciones de los Predicadores, las
sabias providencias del Gobierno, la pobreza de las familias, y la dificultad
de los matrimonios: ¿pues, quien sabe, si sería más eficaz que todos estos, el
interesar a las mugeres en el bien de la patria? Esto se conseguía, llamándolas
a la Sociedad de los Amigos del País. Allí verían, cómo se desvelan
unas gentes acomodadas, y empleadas en otros negocios, por la prosperidad de
sus compatriotas. Verían que si premian al comerciante, al labrador, al
fabricante, y al artesano, es para estimular a todos, y para que florezca en
España el comercio, la agricultura, las fábricas, y las artes; con tales
exemplos no podrían mirar después con indiferencia la causa común.
30° El obgeto de las Sociedades, no puede ser más justo, pero para que
tengan el complemento que desean son menester dos cosas, la primera, que los
unos se apliquen a trabajar y perfeccionar sus labores, la segunda, que estos
trabajos, y labores tengan despacho, porque de otra suerte ninguno quiere
atarearse en hacer lo que después no ha de vender. Si se pretende dar fomento a
nuestras artes, y fábricas, es necesario, que nos contentemos con lo que aquí
se trabaja. Al principio se hará violento tomar lo menos vistoso, y de peor
gusto, dexando los géneros estrangeros, que exceden en ambas calidades; pero si
no empezamos por este sacrificio del gusto ofrecido en las aras del amor
patriótico, nunca florecerán nuestras labores. ¿Y estas labores, que ha
introducido, y a que da valor el luxo, no son generalmente las que forman el
adorno de las mugeres? Pues a éstas conviene interesar, para que se adornen a
menos costa , o sus caudales no redunden a beneficio del estrangero,
vistiéndose de géneros del país. Su concurrencia a la Sociedad, podrá inspirarles
estas máximas, ventajosas al Estado: allí oirán los perjuicios que acarrea su
extremado luxo, y los medios de evitarlo. Pídaseles, que contribuyan a la
patria con sus luces, con sus manos, y con sus caudales. No duden los hombres,
que todo esto ofrecerán las mugeres, si ellos les dan parte en sus
resoluciones, y las estimulan a pensar en el bien general que tanto muestran
que apetecen.
3l° Otro Socio igualmente que el primero por su mérito, y circunstancias,
ha escrito aprobando la admisión de las mugeres en la Sociedad. Dice que el
pensamiento no es nuevo, que se suscitó desde los principios, y que tuvo
patronos ilustres, pero que a pesar de esto, no tuvo efecto por entonces, esto
es, no se resolvió con la formalidad que pedía la materia. Encarece el mérito
de las dos Señoras que han sido ya admitidas. Indica las reglas que se deben
seguir para la admisión de otras, mediante las quales, no parece que se puede
temer ningún desorden en este punto. No aprueba, que una vez admitidas, se les
cierre la entrada a las Juntas, y concluye con aprobar que su asistencia es
conveniente a la Sociedad, y a las mismas mugeres; a éstas, porque las anima a
emplear bien sus talento, y a aquélla; porque le suministra un aumento de
luces, y de caudal, que se invierta en sus loables fines.
32° A la verdad, es digno de perpetuo reconocimiento de parte de las
mugeres, el ilustre Socio, que se ha atrevido a tomar su defensa. Las razones
en que la funda, y la delicadeza de su estilo, todo tiene un mérito muy
particular. Las gracias más enérgicas que podemos darle, son trabajar por
ponernos en el caso que desea, para hacer justa nuestra admisión, la qual
nosotras mismas debemos anhelar que solamente se conceda al mérito, a la
aplicación, y a la virtud.
33° Después de un Apologista tan digno, debe parecer fría qualquiera otra
defensa en favor de las mugeres, pero este temor no me ha desanimado, antes me
confirma en la bondad de la causa, porque sola esta razón pudiera arrastrar a
protejerla al Socio nuestro partidario y a los sugetos que fueron del mismo
dictamen, quando se propuso a los principios. Grandes son sin duda las
calidades de las dos Señoras que ha admitido la Sociedad de Madrid, por lo
tanto merecen ser las primeras, y las que han obligado a salvar la ley no
promulgada todavía en favor de su sexo, pero extiéndase también a otras, que
tengan las calidades ya mencionadas. Para la Sociedad deben serlo además de
todo lo expuesto en este papel, la mayor inteligencia, que tienen las mugeres
respecto de los hombres, en varias materias, que se le presentan cada día, y
que deben promover, como importantes al bien general. Tales son los hilados,
los tegidos, los encages y todas las labores propias del bello sexo. Todos
estos ramos será casualidad, que los entiendan algunos de los hombres, y deben
saberlo todas las mugeres. Unidos unos y otros en una Junta, al que preside
toca emplear a cada uno en los que entienda. No será menester más para
rectificar muchas cosas, porque felices fueran las artes, si sólo tratasen de
ellas los artífices.
34° Concluyamos, pues, de todo lo dicho que si las
mugeres tienen la misma aptitud que los hombres para instruirse; si en todos
tiempos han mostrado ser capaces de las ciencias, de la prudencia, y del
sigilo, si han tenido y tienen las virtudes Sociales; si su aplicación puede
ser conveniente a ellas mismas y al estado; si puede ser un remedio a los
desórdenes que tanto se gritan, el aplicarlas a los asuntos que comprehende la
Sociedad; si el peligro, que amenaza a ésta de su concurrencia es remoto; y aun
éste puede precaberse, no admitiendo sino a las que sean verdaderamente dignas
de ello; si no es nuevo en el mundo que intervengan a las deliberaciones; si
actualmente ocupa una muger la Presidencia de las ciencias en una Corte de
Europa, que es más que sentarse como individuo en un cuerpo, las materias que
trata nunca son tan abstractas; y si en fin se trata de hacerlas amigas del
país, lo qual sería en mucha utilidad éste, con tales hipótesis, lejos de ser
perjudicial la admisión las mugeres, puede y debe ser conveniente.
Siguiendo la línea de todas aquellas que querían defender a las mujeres y su "derecho" a la educación, como Cristine de Pizán por ejemplo, no sólo ofrece un argumentario de lo más solido, sino que además hace un recorrido por la historia de las mujeres ilustres y nombra a todas aquellas mujeres letradas que se conocían entonces, tanto españolas como extranjeras. Pero en general, todo el texto es de un interés enorme pues es uno de los textos geminales del feminismo surgido con la ilustración.
A continuación, dejo link para leer su obra Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, realizado por el proyecto BIESES de la UNED: www.bieses.net
BIBLIO/WEBGRAFÍA:
Caballé, Anna (Coord.): Por mi alma os digo. De la Edad Media a la Ilustración. Círculo de Lectores. Barcelona, 2003
Amar y Borbón, Josefa: Discurso en defensa del talento de las mujeres, Memorial Literario, 1786.
Biografía en: Mujeres literatas, Enciclopedia Aragonesa, Khronos Historia, MCN Biografías
Maravilloso discurso, derrocha inteligencia, conocimiento y lucidez. Gracias por hacérnoslo llegar
ResponderEliminarGracias a tí por comentar! Un saludo
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